El autor ha decidido entrar por el túnel del tiempo en esta narración en primera persona. Armado de nostalgias, pasea por aquella Habana, aquella Cuba de su infancia y su primera juventud. Luyanó es algo más que un lugar, una calle o un barrio; es toda la saudade de una vida derramada con mucho amor, con una dolorosa entrega que, al mismo tiempo que una confesión, es un desafío. En estas páginas desfilan personajes inolvidables. Especialmente la abuela de Luisa, que es una estampa recia, dibujada, extrañamente, con un gran amor, apasionada y a veces cruel, como un aguafuerte salido de la plumilla de Goya. Paseamos históricamente por un Cuba en cambio, en armas, en llamas; un incendio rebelde que se veía desde lejos como una meta, pero que desde adentro, si usted era disidente, se parecía de otra manera. Beiro se refugia en la imaginación. Sus fantasías con la gran rata, con sus hijos futuro con John Lennon, el Beatle que condesa todo lo que el de afuera podía hacer para trastornar el orden nuevo, nos hacen asistir a su pericia de narrador y a una forma novedosa, si se quiere, de ir mostrando el cambio del niño al joven estudiante rebelde que termina aceptando la realidad para poder destruirla. Escenas jocosas que nos harán tirar el libro a un lado para poder reír, estancia para reflexionar, ternuras familiares, odios, rechazos, amores frustrados, aventuras fabulosas, como las de la pesca, sin que falten los hechizos, los retazos de santería popular.
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