Valle-Inclán. Pío Baroja / Difusora Cultural.
Tipo de material: TextoIdioma: Español Series Grandes biografías ; 3Detalles de publicación: Barcelona : Difusora Cultural, 1988.Edición: 1a ediciónDescripción: 202 y 251 páginas. : ilustraciones. ; 21 cmISBN:- 8475233260
- CT 181 .G73 .V3 1988
Tipo de ítem | Biblioteca actual | Signatura | Estado | Fecha de vencimiento | Código de barras |
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Monografía - Colección General | SUCURSAL JUAN PABLO DUARTE Estantería | CT 181 .G73 .V3 1988 (Navegar estantería(Abre debajo)) | Disponible | 1010071 |
Valle-Inclán: Introducción, 7 -- I. Tres fechas para una historia, 9 -- II. Los primeros pasos, 17 -- III. Años universitarios, 23 -- IV. Primer descubrimiento de Madrid, 29 -- V. Premonición de tierra caliente, 35 -- VI. La dictadura de Porfirio Díaz, 41 -- VII. Arranque de una obra, 47 -- VIII. Sinfonía pontevedresa, 55 -- IX. Segundo descubrimiento de Madrid, 61 -- X. Don Pío y Don Miguel, 67 -- XI. Azorín y la agrupación generacional, 73 -- XII. Valle-Inclán y el teatro, 79 -- XIII. Novecientos y dandysmo, 85 -- XIV. El otro manco que hay en Madrid, 91 -- XV. Hastío de penurias, 97 -- XVI. El escritor en marcha, 103 -- XVII. Andando caminos, 109 -- XVIII. Josefina Blanco y el segundo viaje a América, 115 -- XIX. Opera Omnia, 123 -- XX. Entre el dolor y la guerra, 129 -- XI. Cátedra de estética, 135 -- XXII. La obra que mana, 143 -- XXIII. La dictadura, 149 -- XXIV. En la línea esperpéntica, 155 -- XXV. Un contrato ventajoso, 161 -- XXVI. El ruedo Ibérico, 167 -- XXVII. La llegada de la República, 173 -- XXVIII. Visión romana, 181 -- XXIX. El último estremo, 189 -- XXX. La última singladura, 197.
Ramón del Valle-Iclán: es el topo minador de la generación del 98: aparece y desaparece levantando aquí y allí pequeños montoncitos de escándalo. Sí, porque Don Ramón parece de por vida empeñado en escandalizar, como también lo hacía Unamuno, en el sentido de sorprender, de fustigar, de violentar la conciencia de una España que había salido como adormilada de un traumático siglo XIX de guerras civiles y luchas ideológicas, de un siglo XIX que se había cerrado con una Restauración y con la perdida de los últimos girones, ya muy desgarrados, por otra parte, de un imperio colonial que, en tantos aspectos, había sido más una carga, una sangría, que un alivio o un signo de buena salud. Era un español singular, de un benemérito español todavía contemporáneo a quien hoy estamos devolviendo generosamente, con tardía generosidad, el pan y la sal que otros le negaron en vida cuando los necesitaba hasta para mantener en pie su maltrecha humanidad y su agobiante e inmediato entorno familiar: unos hijos a los que quería y le querían y una esposa, Josefina Blanco, que agotó al fin su no escasa capacidad de amar y ser amada.
Pío Baroja: cuando un aciago día del mes de julio de 1936, en un lugar de la Navarra católica, tradicionalista y fronteriza cuyo nombre no hace al caso, alguien de entre un grupo de gentes armadas y en son de guerra le reconoció y le definió con la, allí y entonces, peligrosísima adjetivación de escritor antirreligioso y anti tradicionalista, Pío Baroja debió pensar que, de repente, el reloj del tiempo se había parado o había retrocedido un centenar de años, a 1836, en plena guerra civil, la primera guerra carlista. Pero no había lugar para ningún tipo de ilusiones. No estaba en el siglo XIX, ni por allí andaban Zalacaín o Aviraneta, ni aquella guerra civil que estaba dándole los primeros zarpazos era otra guerra carlista, aunque, en ciertos aspectos, allí y entonces, pudiera parecerlo. Y si aquel día la Navarra fronteriza le permitió ponerse a buen recaudo al otro lado de los Pirineos.
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